Claves para una intervención no violenta, la empatía y la micropolítica como una apuesta de cambio en la intervención no vienta en la infancia y adolescencia

El presente artículo surge del interés de exponer el modelo de intervención de la Fundación Los Pisingos, construido desde una perspectiva psicoterapéutica en el acompañamiento de las diversas violencias y eventos adversos a los que se enfrentan miles de niñas, niños y adolescentes en el contexto colombiano, el cual se plantea desde un enfoque de derechos humanos, ecológico, sistémico, generativo e interseccional, que se nutre desde la posición empática de los colaboradores de la institución y en los cuales se busca intervenir, prevenir y mitigar las diversas vulneraciones de derechos que afectan a esta población.
Resaltando que los escenarios en las que convergen las diversas problemáticas atendidas, se caracterizan por violencias basadas en género, problemas socioeconómicos, vulnerabilidad social, conflictos familiares, entre otros, que forman parte de la dinámica de la población beneficiaria,
Con lo anterior, es meritorio exponer cómo el dispositivo terapéutico de la Fundación Los Pisingos puede consolidarse como una forma de intervención no violenta o acción sin daño, que tenga la cualidad de ser flexible a las necesidades de quienes acuden a sus procesos, permitiendo que se conecte con la diversidad, la polifonía y las necesidades contextuales de la población, así como de los colaboradores que trabajan desde las distintas áreas. Buscando fomentar el buen trato y la calidad durante los procesos de cambio o de atención desarrollados dentro de la Fundación, este modelo se construye a partir de las diversas experiencias, saberes y de la interacción constante con las diversas posturas de quienes participan en este proceso de intervención y del cual consideramos pertinente la descripción de tres dimensiones que han posibilitado esta apuesta en los diversos acompañamientos realizados en la Fundación Los Pisingos.
Por ende, es importante describir brevemente el contexto en el que se construye dicha dinámica, en la que la fundación ha trabajado desde el año 1969 en la ciudad de Bogotá, Colombia, enfocándose en generar empatía con el sentir de las niñas, niños y adolescentes (NNA) colombianos para empoderarlos en su propio proceso de reconstrucción y capacidad de agencia, partiendo que desde aquí los identificamos como sobrevivientes, comprendiendo la fuerza autopoiética, performativa, de reconstrucción y resignificación del ser humano como agente de su propia vida, siendo un ápice de la capacidad humana para superar situaciones adversas y sobreponerse a las mismas por medio de la reconfiguración de sus redes afectivas, fomentando la dignidad y la propia valía. (Comins-Mingol, 2015)
Esto se hace posible gracias a los diferentes programas ofertados por la misma que se han ido fortaleciendo a través de los años, dado el impacto que ha tenido en el contexto colombiano y el reconocimiento internacional, por lo que cuenta, con un amplio portafolio de servicios para garantizar el restablecimiento de derechos de los usuarios y/o beneficiarios que hacen parte de la familia Pisingos.
Asimismo, este dispositivo psicoterapéutico se construye en el marco del programa de Apoyo Psicológico Especializado, el cual está inscrito al organismo gubernamental que vela por el interés superior de la infancia y la adolescencia, cuyo nombre es Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), quien vincula a las niñas, niños y adolescentes menores de 17 años (NNA de aquí en adelante) para que reciban el apoyo psicoterapéutico necesario para el restablecimiento de sus derechos. Dicha posición es sustentada mediante el código de infancia y adolescencia (ley 1098 de 2006) que tiene la finalidad de “contribuir al desarrollo integral de las niñas, niños y adolescentes en el territorio nacional” y se plantea el objetivo de “generar las condiciones de bienestar, acceso a oportunidades con equidad e incidencia de las niñas, niños y adolescentes en la transformación del país” contribuyendo a la visibilización de los derechos de los NNA así como la responsabilidad del estado y de la familia en la garantía de los mismos. Concretamente, el artículo 18 de la Constitución Política de Colombia, hace énfasis hablando del derecho a la integridad personal, en donde se busca la “protección contra el maltrato y los abusos de toda índole por parte de los padres, representantes legales, de las personas responsables de su cuidado y de los miembros de su grupo familiar, escolar y comunitario”.
Es así que mensualmente se atienden aproximadamente 800 NNA entre 0 a 17 años de edad, así como a sus familias, los cuales son distribuidos en el equipo asistencial y de coordinación, conformado por 19 psicoterapeutas, 6 auxiliares administrativas, 3 especialistas de área (psicoterapeutas supervisores) y una coordinadora del programa, quienes se consolidan acciones frente al acompañamiento brindado desde la postura de la Fundación. Ésta se nutre de los enfoques antes mencionados, así como de las dimensiones constituidas en el equipo, desde la empatía, los vínculos posibilitadores y la apuesta micropolítica que hace parte del ejercicio disciplinar, profesional y personal.
Ahora bien, el modelo de intervención construido ha permitido una atención diferencial desde la diversidad de enfoques que consolidan la psicología, comprendiendo que el acompañamiento se da desde la polifonía en la interacción con los dilemas humanos y no desde una sola configuración paradigmática, por lo que fue construido el modelo desde las experiencias de los profesionales de psicología de la Fundación Los Pisingos, permitiendo una cierta flexibilidad en las intervenciones, comprendiendo la particularidad de las diversas problemáticas, así como las demandas de ayuda de la población.
Lo anterior, se realizó desde un acompañamiento humanizado y respetuoso de la totalidad de los colaboradores, los cuales buscan generar espacios seguros desde la afectividad y en los cuales, desde el ingreso hasta el egreso del sistema familiar de la Fundación, es de vital importancia promover el sentido de seguridad y confianza, así como la apropiación de los mismos a la entidad, comprendiendo la integralidad de la atención.
Por lo anterior, es importante traer los dos elementos o conceptos que conforman un hilo conductor para el lector, permitiendo realizar un análisis sobre la intervención no violenta que se ha consolidado en estos últimos años desde los actores inscritos en este proceso, el cual conjuga una posición ética, política y pragmática, desde los principios orientadores de la empatía por la otredad y la micropolítica que posibilita focos de intervención desde las diversas dinámicas culturales que hacen parte de los marcos de referencia de los terapeutas y su accionar frente a la intervención.

La empatía: El acto de humanidad de entender al otro.

La noción de empatía como categoría, surge del proceso de investigación con consultantes o de la misma comunidad y es respaldado desde las humanidades como punto clave en el quehacer de la Fundación Los Pisingos. Busca la posibilidad de creer en el desarrollo de las capacidades de los seres humanos, destacando el reconocimiento constante del otro, esto desde visión sintética y muy bien lograda, nos gustaría centrar su atención en la empatía como la capacidad de comprender las emociones del otro, vivida como una condición genuina en la acogida ofrecida a quienes consultan en la Fundación Los Pisingos.
Basándose en esto, se ilustran los diversos y múltiples campos en los cuales se lleva a cabo el complejo y constante “juego” de la vida humana en sociedad, subrayando el papel fundamental que desempeña la empatía, ya que por un lado, conserva y transmite los avances de la Fundación, creando una memoria histórica cuya esencia está plasmada en el reconocimiento del otro en su diversidad. En ese orden de ideas, se desplegará el concepto de empatía entendida como “la aprehensión de vivencias ajenas” (Stein, 2008, p.78).
Por lo que, se presentan dos perspectivas para comprender la empatía. Una perspectiva filosófica desde la fenomenología que entiende la empatía desde la alteridad, el principio filosófico de “alternar” o cambiar la propia perspectiva por la del otro. En palabras de Sánchez-Rincón (2020):
Alteridad es un concepto desarrollado por Emmanuel Levinas, quien se aparta de una idea violenta de dominación y aprehensión del otro, y defiende la idea de encontrarse con el otro sin el ánimo de conocerlo, clasificarlo, ya que ello significa dominarlo (p. 163).
En esta perspectiva, la dimensión lingüística, está referida a la alteridad. En palabras de Fernández (2015), el lenguaje y apertura hacia la alteridad, es una dimensión lingüística que ocupa un papel central en la explicación de Levinas acerca de los modos de relación con la alteridad, hasta el punto de considerar que, en el ser humano, la apertura a esa relación viene posibilitada por el lenguaje. Ello se debe a que el lenguaje siempre está referido a la alteridad, volcado hacia ella o como expresa Fernández citando a Samoná en el cual expone que “el discurso es el vínculo que no puede quedar recluido plenamente en el enunciado, porque reivindica ya desde siempre al Otro-distinto, porque habla al Otro-distinto” (Samona, 2005, citado por Fernández, 2015, Pág. 432). Para que exista lenguaje tiene que haber un yo y un tú que intercambian palabras, que se hablan recíprocamente, ya que la esencia del lenguaje es “la interpelación, el vocativo.” (Levinas, 1999, citado por Fernández, 2015, Pág. 432).
Es así que, como Fundación hemos definido la empatía, como la confrontación de la experiencia del otro desde su propia vida. Vida en interacción, vida en comunidad. La vida se vive intersubjetivamente y está mediada por la experiencia del encuentro por el otro. Lo anterior, permite recordar que siempre interactuamos con otros, desde que nacemos, en el proceso de socialización que vivimos como niños y adolescentes hasta cuando nos volvemos adultos, es más, seguimos aún después de la muerte en contacto con esa presencia del otro que se ha marchado. (Fundación Los Pisingos, 2024).
Por otra parte, desde la psicología, se entiende el desarrollo clásicamente de la empatía como la práctica inconsciente y automática para responder a las emociones de otros, es decir, la habilidad de compartir las emociones ajenas. La empatía es una parte integral de la competencia social (Björkqvist et al., 2000). Algunos autores como Lemerise y Arsenio (2000), citados por Maldonado y Barajas (2018), sugieren que los déficits en habilidades empáticas y la regulación emocional contribuyen a problemas de conducta como la agresión. La investigación ha demostrado que los niños con problemas de conducta tienen dificultades para identificar las emociones en otros niños. Debido a esto, La Fundación y cada participante de la misma, ha buscado generar entornos protectores, empáticos, no violentos para poder modelar y moldear la conducta de cada beneficiario con el propósito de enriquecer o consolidar los cambios propuestos en la intervención psicológica y generar modificaciones a nivel comportamental y cognitivo para tener humanos más empáticos y garantes de sus propios derechos y deberes. Y esto, a nivel individual, familiar y con algunos sistemas amplios de los que hacen parte los beneficiarios.
Es por lo anterior y de saber que, en la gran mayoría de casos, la experiencia permite la empatía. Es por esto que, desde el juego, el arte y la literatura en los niños y niñas participantes de los Programas de la Fundación Los Pisingos, buscamos una interacción con el otro que permita configurar la experiencia, usando la comunicación como un recurso valioso.
Finalmente, la empatía es la entrada y la acogida a la experiencia ajena y el gran anhelo de las sociedades modernas basadas en la justicia, este anhelo es: saber vivir en comunidad y, por tanto, en sociedad. Desde esa vida en comunidad se teje la empatía como condición intrínseca y base para fundamentar sociedades justas. Por tal razón, esta habilidad es un aprendizaje que se debe forjar desde la infancia, la sensibilidad por el otro, la compasión por el dolor del otro. Las infancias que acuden a la Fundación Los Pisingos viven la experiencia de la empatía, desde la acogida por los participantes y desde el juego, como acercamiento en los niños y niñas para vivir y comprender lo que se siente por el otro. Los neuropsicólogos, psicólogos educativos y clínicos trabajan la gran tradición del juego de roles y otras estrategias clínicas y sin preferencia de enfoque, donde los NNA, desde sus diferentes tareas encarnadas, aprenden desde el juego a llevar su vida social a un espacio de vida personal.
Esta apuesta por la empatía, nos lleva a un lugar de enunciación en el cual buscamos la coherencia entre las acciones interventivas con los beneficiarios y el trato con el otro en las relaciones institucionales. Por lo cual, acompañar a quienes intervienen y permitir el diálogo con su dolor ha sido potencialmente positivo para la praxis, reconociendo la humanidad que traslapa y se yuxtapone con el rol asignado por la Fundación y la sociedad de los colaboradores y funcionarios que hacen parte de este proceso, frente a la problemática de la violencia contra los NNA de nuestro país. Por tanto, lo que ampliaremos esta postura empática y su consolidación con la micropolítica en el siguiente apartado.

La apuesta micropolítica de la Fundación Los Pisingos, un ejercicio de resistencia por la niñez.

Comprender la apuesta política de la Fundación los Pisingos y su impacto en la consolidación de prácticas de intervención no violenta, nos lleva a pensarnos, cómo una organización que se distingue de otras, contribuyendo a la consolidación de cambios estructurales y de esquemas cognitivos en los diferentes niveles de la ecología organizacional, en donde la distinción respecto de otras organizaciones se manifiesta por la consolidación de objetivos relativamente específicos, dispositivos específicos, una clara división del trabajo y roles estructurados que permiten a su vez coordinar diversas actividades, inmersas en un conjunto de procedimientos de gestión (Hoyle, 1986). Esto justifica el interés de describir nuestro agenciamiento.
En la que, la ecología organizacional se distribuye desde la directiva, las coordinaciones, el departamento de recursos humanos y de calidad, así como el equipo de supervisión terapéutica y asistencial denominado equipo psicoterapéutico. Dicha organización del recurso humano, puede generar dinámicas positivas en los colaboradores y/o trabajadores para que todos estén en coherencia con el objetivo de la Fundación y su apuesta por transformar las prácticas de violencia hacia la niñez colombiana, la cual ya mencionamos anteriormente. Por tanto, se generan espacios de selección de personal centrados en dichos valores institucionales, promoviendo la inclusión de diversos profesionales con competencias académicas y culturales acordes a dicha perspectiva.
Cabe resaltar que, dentro del equipo psicoterapéutico, la supervisión recae sobre los especialistas de área cuya función como profesionales en la salud mental se asemeja a la consolidada por los supervisores terapéuticos en el contexto académico, y busca ayudar a construir con el equipo, esas experiencias no formuladas, conocimiento impensado o sensaciones percibidas. Se fomenta así la construcción de conocimiento, las estrategias y herramientas con los equipos de intervención y se favorece un contexto seguro o tipo de espacio transicional que anime a los psicoterapeutas a jugar con los límites sutiles de su experiencia. Esto es visto desde los espacios de cuidado, consolidando vínculos posibilitadores que generan un entorno agradable.
Es así que, como equipo psicoterapéutico, hemos comprendido que la micropolítica o práctica institucional centrada en el reconocimiento de la multiplicidad de voces y discursos de quienes intervienen, permite entender nuestro lugar como psicoterapeutas y sujetos políticos que impactan en las construcciones sociales y las estructuras que hacen parte de nuestras atenciones, las cuales son mediadas por instituciones burocráticas, que impactan en la forma en la que se interviene. Por lo tanto, es necesario ampliar las posibilidades frente al ejercicio profesional y la apuesta por la intervención de la violencia de niños, niñas y adolescentes.
Dichas posiciones están nutridas desde la comprensión de diversas relaciones de poder que se entretejen en la aplicación del dispositivo psicoterapéutico, el cual es imposible de separar de estas relaciones de poder que se establecen con los actores que confluyen en la atención psicoterapéutica. Consolidando recursos de acción sin daño o intervención no violenta, se permite generar prácticas de resistencia frente a dichos posicionamientos que hacen parte de la institucionalidad colombiana.
Lo anterior, nos ha permitido impactar positivamente en las prácticas institucionalizantes de otros operadores (Lugares en donde se interna de manera preventiva a niños, niñas y adolescentes) así como en la forma en cómo comprenden el sufrimiento de la niñez y los procesos de restablecimiento de derechos. Lugares donde las problemáticas como el consumo de sustancias psicoactivas ilegales, conductas autolesivas, problemas comportamentales y emocionales, psicopatologías, eventos adversos enmarcados en la experimentación de la violencia y el impacto de estas, han configurado escenarios de dolor y sufrimiento en la construcción identitaria de estos NNA. Escenarios donde luchar contra las etiquetas que consolidan los ejercicios de poder institucionales han sido parte de nuestra posición política.
Esta postura a su vez, ha permitido nuevos acuerdos y diálogos con las autoridades administrativas, como los son los abogados y defensores de familia y sus equipos psicosociales, además de otras entidades del Estado como el Concejo de Bogotá, La Personería, entre otros, que hacen parte de la esfera macro-política del país. Surge entonces la necesidad de repensarnos en el saber, el poder y la subjetivación que Focault sugiere (Ortiz, 2022) y de la cual filósofos colombianos como Edgar Garavito (1999) ha tomado para realizar preguntas relacionadas a los nuevos lugares de enunciación que se constituyen en la sociedad como lo son: ¿Cuáles son los nuevos tipos de lucha? ¿Cuál es el nuevo papel de los intelectuales? ¿Qué significa ser sujeto hoy? Así, nos invitan a pensar en los tres principios filosóficos básicos de la filosofía clásica, en los cuales se encuentra el principio de identidad, el de no contradicción y el principio del excluido (Garavito, 1999).
Dichos principios nos permiten construir una analogía sobre el lugar que tenemos como observadores e interventores por medio del dispositivo psicoterapéutico, esto, para impactar de manera positiva en la salud mental y el bienestar de estos NNA y sus familias. El último principio, el del tercero excluido, nos sitúa en una lucha contra la sujeción que podrían enfrentar aquellas personas que se benefician de los procesos psicoterapéuticos. Así es, ya que muchas de estas personas pueden experimentar un sometimiento frente a identidades determinadas desde lugares de poder, a partir de un ejercicio cultural o institucional, lo cual nos permite deconstruir discursos patologizantes y deficitarios que son definidos desde estos lugares, contra un sujeto, y de los que, en diversas oportunidades, no pueden ser contradichos desde el lugar que los NNA ocupan. Por tanto, dicho lo cual, se impiden posibilidades experimentales tanto a nivel individual como social durante su infancia (Garavito, 1999)
Esta posición fundamenta el sentido del “estar fuera” de estas experiencias y permitirnos un lugar externo en el cual desde nuestra enunciación micropolítica, podamos actuar fuera de toda autoridad. Un estar fuera que a su vez tenga la responsabilidad por el sujeto que se acompaña en la intervención, lo cual nos lleva a pensar en el papel minoritario de pensar y actuar desde las posibilidades del contexto, más allá de un manual discursivo e institucional, permitiendo la emergencia de campos experimentales, nuevas potencialidades, nuevas posibilidades de percepción y de elección frente a la consolidación de la intervención.
Esta dimensión micropolítica que se ha consolidado en los últimos años en la Fundación Los Pisingos, está conectada con apuestas psicoterapéuticas contemporáneas como el diálogo abierto de Jaakko Seikkula (2005). Este enfoque hace énfasis en la importancia de comprender programas de formación al interior de las instituciones para los profesionales que asisten a la población, lo que permite una construcción democrática y activa que sitúe el ejercicio psicoterapéutico desde la responsabilidad sociopolítica de quien interviene. Se espera de ellos la consolidación del apoyo mutuo, la comunicación abierta y de confianza, permitiendo así que cada persona inmersa en la Fundación, se sienta valorado y sea capaz de contribuir al bienestar común.
Entender esta posición socio política puede ser complejo, ya que la historia de Colombia ha sido permeada por diferentes circunstancias violentas y poco humanizadoras, lo que lleva a que la garantía de los derechos de los NNA sea un objetivo difícil de cumplir. Es ahí donde se evidencia que este tema trasciende más allá de un problema político y se desplaza a un problema legal, por lo que, pasamos de un problema de derecho, a un problema vinculado con la vida humana, directamente relacionado con la preservación y defensa de la misma (Garavito, 1999). Esto teniendo en cuenta la institucionalidad que se ejerce en Colombia y algunas prácticas que podrían ir en contravía del agenciamiento de las personas, promoviendo prácticas de revictimización que generan acciones con daño y no tienen en cuenta factores propios de la diversidad y la vulnerabilidad como eje fundamental de la intervención no violenta.
Por eso sentimos que algunas leyes y derechos quedan cortos en relación con las problemáticas que se intervienen en la Fundación, ya que seguir hablando hoy de los derechos de las NNA, puede ser percibido como una falacia discursiva, cuando se deja de lado la defensa de la vida y humanidad de estos seres que acompañamos en sus posibilidades.
Es así que, la apuesta micropolítica nos acompaña en nuestros hogares, en el transporte público y en la construcción de relaciones que posibiliten una resistencia a las prácticas de violencia que se mantienen en nuestra sociedad. Esto impacta en estos vínculos posibilitadores ya que son una variable que juega o trabaja con los lazos relacionales que facilitan el crecimiento, el desarrollo y la resiliencia en los individuos y sistemas familiares que acompañamos y de los que hacemos parte.

Conclusiones y nuevas posibilidades

Después de revisar la estructura y los conceptos fundamentales de la intervención de la Fundación Los Pisingos, es claro que el dispositivo psicoterapéutico expuesto anteriormente es un elemento crucial, que atraviesa y enriquece nuestro modelo de intervención social no violenta en relación con la protección de los derechos de los NNA. Comprendemos que la empatía es la base de esta intervención y permite a los colaboradores de la organización conectarse con las vivencias y necesidades de los niños, niñas, adolescentes y sus familias, así como las suyas propias, generando así un ambiente de comprensión y apoyo que promueve el desarrollo integral de cada individuo y potenciando la prospectiva vital de quienes conviven en dicho espacio.
Esta capacidad de comprender y resonar o hacer ruido con las experiencias de los demás es esencial para establecer relaciones significativas y para guiar los procesos terapéuticos hacia resultados positivos y respetuosos. Asimismo, se contempla la importancia de fomentar vínculos relacionales posibilitadores, que representen lazos afectivos y de confianza que se construyen entre los usuarios o beneficiarios, sus familias y el equipo de la Fundación, así como otros actores que hacen parte de la institucionalidad, ya que estos vínculos posibilitadores son la base sobre la cual se edifica el trabajo psicoterapéutico. Se podrá de esta manera establecer relaciones de colaboración y cooperación que fortalezcan el proceso de intervención y contribuyan al bienestar emocional y social de los beneficiarios, recurso humano y sistemas amplios que hagan parte del proceso.
Además, si hacemos un análisis desde la micropolítica, es de considerar que las dinámicas de poder y las interacciones cotidianas dentro de la Fundación, influyen en la forma en que se estructuran las prácticas y se toman las decisiones en beneficio de los NNA. Esta apuesta, reconoce la importancia de crear espacios de participación y autonomía, donde se promueva el diálogo y la inclusión, y se cuestione activamente cualquier forma de violencia o injusticia dentro o fuera de la Fundación Los Pisingos.
En conclusión, estos dos conceptos o elementos marcan un enfoque integral y ético de intervención que busca garantizar el respeto, la dignidad y el bienestar de los NNA atendidos por la Fundación, ya que al integrar e interiorizar estos conceptos en su modelo de trabajo, la Fundación Los Pisingos se posiciona como un referente en la promoción de una cultura de paz y no violencia. Contribuye así al fortalecimiento de una sociedad más justa e inclusiva para todas las personas, especialmente para aquellas en situación de vulnerabilidad.
Dentro de las nuevas posibilidades, sería interesante plantearse escenarios de investigación cuantitativa, cualitativa o mixta en los cuales se puedan generar un enriquecimiento cultural, interpersonal, institucional, profesional y académico para todos los actores inscritos en estos procesos. Podría concebirse fomentando la inclusión de distintas disciplinas como la pedagogía, sociología, antropología, entre otras ciencias sociales, que permitan ampliar las comprensiones frente a las atenciones brindadas desde la Fundación.
Asimismo, podrían plantearse nuevos espacios para compartir experiencias a nivel global, ampliando marcos explicativos frente a la atención integral y la intervención no violenta. Estas propuestas deberían ir acompañadas de una financiación adecuada, la cual puede generar una red de conocimientos y saberes que permitan implementar acciones adecuadas, éticas y no violentas desde los diferentes actores como políticos, académicos y finalmente terapéuticos.
Habría que pensar en instrumentos que nos permitan evaluar los cambios que experimentan los NNA por medio de las intervenciones que planteamos desde la empatía, la micropolítica y los vínculos posibilitadores, para fomentar nuevas perspectivas de intervención que nos permitan confrontar las versiones biomédicas sobre la vida y la infancia, permitiendo generar diálogos interdisciplinares o trandisciplinares que permitan hacer frente a la violencia desde las diversas posibilidades del ser humano.
El presente articulo recoge el trabajo consolidado por la Fundación Los Pisingos, en la intervención psicoterapéutica en el contexto colombiano y los procesos de restablecimiento de derechos para la infancia y la adolescencia, desde una perspectiva ecológica, sistémica, relacional, interseccional y generativa, la cual se manifiesta con un dispositivo psicoterapéutico estructurado al interior de la institución. Este dispositivo es implementado por profesionales de psicología, en contextos de intervención individual y familiar, formados en distintos enfoques como lo son, cognitivo, sistémico y psicodinámico, y con los cuales se han consolidado durante su proceso interventivo principios orientadores como la empatía, las perspectivas micropolíticas y las acciones de resistencia propias del principio filosófico del excluido. Fomentamos nuevas versiones posibilitadoras que enfrenten etiquetas e imposiciones institucionales y que contradigan practicas insticionalizantes nocivas para el desarrollo integral de la infancia, así como otros propios de la cultura y la sociedad. Promovemos la consolidación de vínculos posibilitadores, incidiendo en las estructuras de la violencia, fomentando una coherencia entre las dimensiones personales, disciplinares y profesionales de los actores que intervienen en dicho proceso, buscando impactar en la macropolítica del país.

Referencias

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